lunes, 30 de mayo de 2011

puntos de vista

Simplemente pasaba, como tantos otros, frente a esa vidriera. Simplemente se reflejaba, como todos, pero simplemente no se veía como los demás. Y no estoy refiriéndome a su aspecto, sino a que no se veía a si mismo reflejado. No se veia a si mismo reflejado en la vidriera, ni en el espejo ni en los ojos de alguien, simplemente no se veía. Nunca se vio. No sabía cómo era y no entendía por qué  aquella pequeña cicatriz impresionaba tanto a Raquel. Ni por qué cuando sonreía   Janis quedaba pálida y turbada. Después de todo, eso no le importaba mucho. Lo que le sorprendía bastante era comprobar que en lugar de su reflejo, se abría ante él una melaza de colores elásticos y de formas elípticas que a veces lo transportaban al salón 2, asiento 3, junto a la tortuguita y el germinador de alpiste de la escuela primaria.
Muchas veces Raquel había salido espantada del baño diciendo que a Juan al afeitarse,  le desaparecía la pequeña cicatriz de la frente. Lógicamente Juan se afeitaba muy mal y frecuentemente se cortaba un poco bajo el mentón. Raquel paraba aquellos hilitos de sangre con un algodoncito, hasta que un día se cansó y se fue. Fue a la primera persona que Juan dejó de ver. Cuando Raquel cerró la puerta, se vio por primera vez reflejado en el vitreaux; reflejado en el vidrio de la mesa, en los platos, en los cubiertos, en el vaso...
Pero , pobre Juan, nunca mas vio a nadie mas que a él.

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